sábado, mayo 03, 2014

Little Jack, el boxeador tozudo que no quería ganar

Antes de subir al ring, gran jefe, olvídate de esa idea que te ronda la cabeza de que estás derrotado. Eres grande, grandullón, y a veces, como esta maldita vez, eso no es una ventaja. Ahora lo que necesitas es juego piernas y bailarle en la cara a las malas jugadas que te juegan algunos órganos especialmente delicados: cuídate el foie-gras, los fuelles y la rítmica patata, y cuando se cansen de perseguirte... propinarles el golpe de gracia.

Desde Granada hasta hoy, Little Jack, has vivido lo suficiente como para conocer bien estas emboscadas y no te puedes dejar ir, por más cansado y flojerillas que te encuentres. Ahí tienes a tu fiel escudera, despistadamente atenta, con su tozuda ausencia presente, al pie del cañón, esperando para volver a vivir para ti en cuanto vuelvas a casa.

Y los siete que siguen tus pasos, del primero al último, turnándose a tu lado en amorosas guardias, en entregadas cuidantías, siendo hijos y padres a la vez, cogiendo tus hinchadas manos, sosteniendo tu mirada ahora medio ida. Sólo eso tendría que convencerte de lo mucho que te queda por hacer entre nos.

Recuerda que, en cualquier caso, estás en las 12 cuerdas, y no entre las cuerdas. Tienes tus bazas y tienes que jugarlas. Apóyate en esa guardia fantástica que son los tuyos y algunos más que estamos alrededor expectantes, y pelea un poco más, que este asalto puede que te haya dejado un poco grogui, pero no, ni mucho menos, te ha dejado k.o.

Ten paciencia, aguanta el chaparrón y espera a que suene  la campana para sentarte en tu rincón; deja que te cuiden, pero también cuídate tú un poco, y coge fuerzas, que aún te quedan un montón de asaltos por pelear.
¿Te acuerdas de tu fiesta de los 80?  Pues estamos preparando la de los 90, así que tú verás...








¡Ánimo, Juanillo!

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