viernes, noviembre 15, 2013

Prontuario de alegrías y tristezas del príncipe Joduar (El empiece, como si dijéramos)

0. DE CÓMO LO ENCONTRÉ Y SUCUMBÍ

Muerto el príncipe, y de eso hace tres laaargos años, sin herederos legales o bastardillos, y siendo su corte inexistente, pues el reino en el que debía reinar, por razón de sangre y tradición, fue disuelto poco después de nacer él, se planteó el asunto de qué hacer con las cosas de palacio.

Como quiera que "palacio" es un enlace con el pasado, un eufemismo tras el que se medio oculta el pisito miserable que los nostálgicos pagan a Joduar, nadie hizo nada y la exigua corte se disolvió como un azucarillo aliviado en una relajante cup de black coffee in bed. Sus declaraciones al sentirse al fin libres del principito -"hicimos lo que pudimos"- sonaban a suspiros liberadores, como el silbido de la olla a presión cuando la apartas del fuego.

Y es que un ex-príncipe es, fundamentalmente, alguien a quien, como a algunos cónyuges, le cuesta asumir su ex-idad. Si uno crece comiendo mortadela, se acostumbra pronto al jamón, pero es difícil hacer el camino vicevérsico o, más que difícil, es desagradable y Joduar, al parecer, según la opinión de casi todo el mundo, no supo hacer ese camino cuesta abajo con un  mínimo de galanura.

Yo no sé qué decir al respecto. Sólo soy Camilo, el que limpia las casas de los muertos sin herederos, un trabajador no cualificado de la inmobiliaria, así que no soy una persona cultivada, ni experta, ni estudiada ni nada por el estilo. Soy un hombre supuestamente con pocos escrúpulos que hace un trabajo dicen que desagradable, pero a mí no me lo parece tanto. La expresión "casas de muerto", que yo uso sin anestesia, porque me gusta ver el efecto que causa en mis interlocutores, evoca en la mente viejos abandonados que llevan un trimestre pudriéndose o sirviendo de comida al gato. Lo cierto es que la mayoría de las veces, en mi caso, al menos, son casas de gente que salió con idea de volver un rato después, y si algo se pudre es un tupper con sobras de macarrones con chorizo en la nevera.

Si nadie reclama las pertenencias del finado (lenguaje técnico, lo uso con falsa soltura para darme importancia), hago inventario, empaqueto e identifico lo susceptible de ser reutilizado (otro eufemismo, se vende en eBay), y me deshago de lo que estimo oportuno. Es un sobreentendido laboral, latente en mi contrato, pero jamás patente por escrito, que yo, en primer lugar, y mi equipo, a continuación, nos quedemos lo que queramos, siempre, insisto, que nadie lo reclame. Finalmente, nos convertimos en brigada de reparación, desinfección y limpieza, y la vivienda queda lista para una nueva... ¿víctima?

El piso del príncipe Joduar no sería una excepción de esta decepcionante
rutina, si no fuera por el cuadernito que encontré en su mesita de noche. Un cuadernito Centauro, tamaño A7, de tapa semidura azul, muy vulgar, nada principesco, muy sencillo, nada ostentoso que con el fantástico título de "Pequeño Prontuario de Alegrías y Tristezas" me llamaba tantísimo como si emitiera luces y sirenas de emergencia.

Lo tomé con cuidado, como si quemara, o estuviera pringado de petróleo y lo examiné por fuera, antes de atreverme a abrirlo, aunque al verme, accidentalmente, reflejado en el espejo, la imagen que éste me devolvía era, seamos sinceros y gráficos, la de un chimpancé examinando un iPod. Desolado por esta imagen, preguntándome si era un reflejo de mi autoestima, abrí el cuadernillo, pero sin mirar aún dentro, y pasé con rapidez sus hojas frente a mi rostro, como abanicándome antes de empezar.

Me senté en la cama, con la sensación de que antes de seguir con todo eso tenía que leer esa rareza manuscrita, con letra firme, un poco nerviosa y picuda, de aspecto poco amable, pero firmemente determinada a permanecer contra viento y marea, through thick and thin, para que un infeliz como yo la leyera.

De modo que abandoné la Posición de Fowler y me abandoné, sucesivamente, a las de semifowler, decúbito supino, lateral, prono y por útimo, decúbito dorsal, porque leí completo el contenido del cuadernillo del príncipe, y de lo que leí en tales posiciones y de las enseñanzas que obtuve de su lectura, reflexión y maduración, es de lo que me dispongo a escribir en las líneas venideras.

Y tal.



3 comentarios:

Clementine dijo...

Genial empiece, Wolffo. Yo voy a seguir con el continuará, a ver qué nos cuenta este principito...
Un beso.

Mal dijo...

Comparto mi entusiasmo con Clemen por semejante empiece.
Muy bueno, Princep

Wolffo dijo...

¿Y qué demonios hago yo sin contestar al clan Clementza?

Pues que gracias y adelante, Mal, que te llevan ventaja.

Besos por doquier