martes, mayo 07, 2013

Un poco de justicia, al fin.

(La balada del hombre de viento - Dentro de ti)

No hagamos un drama de esto, pero no sé de qué estamos hablando. No te enfades, fallo mío. O sea, estábamos debatiendo, eso lo recuerdo bien, discutíamos acerca de alguna cosa boba, porque sólo cuando las cosas son bobas se discute con verdadero ardor, pero cuando sentía en mi cabeza que acababa de asir con firmeza el argumento con el que iba a machacarte, cuando acababa de encajar todas las piezas y me disponía a poner fin a la discusión... se conformó la imagen fatal de la curva de tu cuello y se me fue el santo al cielo.

De repente, las pequeñas arrugas que hay alrededor de tus ojos se tornaron dulces y apetitosas y me parecieron como la rúbrica de tu inteligencia y tu ingenio; las pequitas que, caramba, adornan tus hombros y la parte alta de tu escote parecían pepitas de chocolate que sentía la urgente necesidad de chupetear; miré, porque siempre me gusta mirarte, y me di cuenta de que bajo tu blusa latía un pecho prometedor. No evidente, sino prometedor, porque, inexplicablemente, te avergüenza tener esos prominentes senos, maravillosos, redondos y llenos de vida.

Alguna chica me ha dicho que no se siente muy cómoda delante de un tipo que, como sospecho que es mi caso, babea mirando sus tetas, (...and the same goes for me, whenever, you want me at all, es la canción que me viene a hora a la cabeza), pero no sé si eso funciona también con las mujeres. El caso es que la primavera, el sol, el calorcito hace que las mujeres empiecen a quitarse ropa... y tú eres muy mujer, así que te quitas ropa. No ahora, delante de mí (¡ojalá...!), me refiero a que ya no te pones tanta ropa para salir a la calle y, por ejemplo, venir a tomarte una copa después del trabajo, y a discutir conmigo al bar en el que trabajo.

Sé que estábamos discutiendo de alguna bobada, insisto, porque cuando discutimos con verdadero empeño, salgo de detrás de la barra, me quito el delantal y me pongo a tu lado, como si fuera un cliente de mí mismo, con mi PepsiMax y así discuto mejor, en pie de igualdad, como si dijéramos. De modo que me he dado cuenta de que no llevas medias hoy. Tus piernas, caramba... tus piernas no digo yo que en otro tiempo no fueran más tersas, suaves o delgadas, pero, por si no lo sabes, adoro cada paso que has dado, porque ellos han conformado las piernas cansadas que hoy te sostienen y que a mí me hacen soñar.

- ¿Qué...? - me dijiste - ¿se te ha acabado el rollo? ¿o es que no se te ocurre ninguna gansada más de esas que dices creyéndote tan original? 

Quise ser sincero, decir:

- ¿Sabes, cielo? Me gusta discutir contigo. Me gustan las arruguitas de tu boca y de tus ojos. Me gustan las pequitas de tu escote, de tus hombros y tus brazos. Me gusta que el peso de la vida, y su gravedad,  haga que tus pechos caigan un poco. Me gustas aun cansada. Me gusta la mujer en que te has convertido mucho más que la chica que me enamoró

Pero en vez de eso, simplemente, te di un beso y te dije.

- Tú ganas, te veo en casa, cuando termine.









2 comentarios:

Mal dijo...

suerte que tenéis ambos..

Wolffo dijo...

Yo tengo doble suerte, porque al final, además, apareces tú.
Eres una constante, Mal, y me gusta mucho disfrutar de ese privilegio.
UN beso enorme.