martes, mayo 14, 2013

Estoy lloviendo.

¿Quién detendrá esta lluvia?
 

Eso, ¿quién lo hará? ¿Quién querría hacerlo?
Porque ahí fuera, no sé, parece llover. Tú, sin embargo, tienes demasiadas cosas en la cabeza como para reparar en eso, en que está lloviendo. No quiero verlo, pero no puedo dejar de mirarte hagas lo que hagas.
Te veo luchar, hacer lo tuyo, equivocarte y persistir. Te vigilo mirando desde la lluvia, por tus ventanas, y tú sigues viviendo ajena a los cambios: la vida te está atropellando y no eres capaz de parar y echarte a un lado, dejar de atesorar méritos y, simplemente, ser, dejarte mojar por la lluvia.

Desde siempre, desde que que puedo recordar, te ha llovido. Antes ni siquiera sabías que la lluvia era para ti, y ahora, en realidad, tampoco, porque te resistes a creer que podrías dejarte empapar. Las nubes hipercargadas de sentimientos, de deseo, de anhelo de tu piel, te han rondado desde hace años, esperando el momento de descargar en una tormenta altamente imperfecta sobre tu ser entero; pero tú has vivido siempre ajena a esa posibilidad, a esa realidad, desdeñando que pudieras ser tierra fértil, terruño sediento de agua de lluvia que te penetre, y violada tu alma seca con su húmeda impaciencia,  te confunda y transforme en una mujer dichosa.

Se trasladó al sur la borrasca sensual. Buscándote. Sintiendo tu llamada, tan discreta desde ti, tan clamorosa para la lluvia que seguía buscando el estruendo de tu sexo silencioso. Pero tú, que siempre acoges a todos tanto en tu casa, ignoraste la precipitación, los cántaros de besos con indiferencia casi cruel. No te interesa nada todo este asunto. Y el cielo, terco como una mula, no deja de mandarte nubes, pero tú no te dejas achantar. Sigues ignorando la lluvia, mientras la lluvia no deja de perseguirte.

Escucha, oh, escúchame, amiga mía, mujer de pies maravillosos, de piernas cálidas, de pecho obvio y dulce; escucha cantar a los cantantes aficionados y entregados, porque te están cantando a ti. Sólo quieren hacerte ver que te aman de forma sencilla y lineal: te desean abiertamente. Escúchales, escúchame, por favor, y, de vez en cuando, lleva el ritmo con los pies; da palmas siguiendo el compás de mis canciones. Escucha el ritmo de la lluvia que golpea las ventanas de tu casa, porque, mi preciosa mujer... yo soy la lluvia. Y mi drama es que tú sólo me escuchas así, como si oyeras llover.

Lluevo por ti desde hace años. Y tú me escuchas sorda e indiferente.
Estoy cansado.
Estás secándote.
Y yo, mi amor... yo estoy lloviendo. Te lluevo.

(y tú, como si oyeras llover)


2 comentarios:

Mal dijo...

Es normal que no haya comentarios, es lo más bonito que has escrito en mucho tiempo (vaaaale, lo que más me ha gustado a mí..)

Me voy a poner al dia echando hostias!!!!

Wolffo dijo...

Mal... un beso enorme. Gracias.

Me gusta que te gusten estas cosas, porque, en fin, a mí también. Tenemos eso en común, ¿no?