miércoles, abril 10, 2013

Esperanza: esa melancólica y esquiva ramera

A Javi, mi amigo.

Hoy, justo hoy, justo ahora, sin saber el tiempo que pasará desde este preciso momento (las 18 horas del miércoles, diez de abril de 2013) hasta el momento en el que la entrada sea publicada y, eventualmente, leída por los ojos curiosos que tienes a cada lado de la nariz, y procesada por tu cerebro, tengo esperanza. Eso sí, la esperanza está desvaneciéndose, perdiendo vigor, pero pervive, inquieta, como un tenaz pececillo nadando contra corriente.

Un tenaz pececillo, sí, que si se cansa, o si no elige bien el lugar del río donde tomar aliento, será arrastrado, naturaleza inmisericorde, corriente abajo, golpeándose en las rocas de los rápidos y finalmente vomitado al mar de la desesperanza.

La esperanza genera frases hechas y tópicos con asombrosa naturalidad y hoy, este que escribe, se siente con fuerzas para desmontar algunos de esos lugares comunes. Lo que nunca sabremos (o yo nunca sabré, al menos) es si esas fuerzas provienen, oh, paradoja, del inquieto y tenaz pececillo, de esa esquiva y melancólica ramera que es la esperanza. Ahora que lo pienso, seguramente no son fuerzas de desmontar mitos lo que tengo, sino ganas de escapar de mí y de mis pensamientos. Todo debe terminar.

"La esperanza me mantiene vivo", es frecuente oír, lo habrás oído alguna vez. Yo no lo creo. Mi esperanza, porque creo que debo adoptar un tono más humilde para este post, y no hablar de la esperanza, sino de mi esperanza, es más que un soplo vital, una especie de curva. No es la sangre que recorre mis venas, sino su grado de fluidez. Podría ser el colesterol. Así, no es lo que me mantiene, pero tiene que ver con cómo lo veo, con cómo me siento: si la esperanza se espesa, me sentiré lento, cabezón, grasiento y obeso. Si se diluye, si fluye la esperanza por mis venas, me sentiré ligero como la leche desnatada de soja y la margarina de maíz con omega 3, alfa 4 e ípsilon 32. Por lo tanto concedamos a la esperanza, o a mi esperanza, ya que le sustraímos la llama vital, al menos ser el combustible, el aceite del quinqué.

Otro tópico insufrible es "la esperanza es lo último que se pierde", íntimamente ligado a "mientras hay vida, hay esperanza", dos grandes gansadas, sin duda. Sólo si admitiéramos que la esperanza es sinónimo de la vida tendrían algín maldito sentido estas frases. Pero... me da igual si tienen sentido o no.

Para mí, la esperanza ni se pierde ni se encuentra, la esperanza, mi esperanza es un destello, una luz, irregular, inconstante, impredecible, pero inagotable. Siempre hay esperanza, pero a veces no la vemos, eso es lo que a mí me parece. En mi cabeza, es como un faro, esos faros antiguos que daban vueltas y que, a veces, se estropean y dan lugar a catástrofes y desastres navales.

Desbarro y divago porque hoy, y supongo que durante al menos un par de días, estoy lleno de esperanza. No soy un tenaz pececillo, sino un vigoroso tiburón, un pez espada asombroso y vital, un absurdo superhéroe sin mal contra el que luchar. El faro se ha estropeado, vale, pero se ha estropeado iluminando mi horizonte durante estas noches, y mientras dure esta dulce incertidumbre, pienso que la vida a lo mejor me devuelve la alegría, la dignidad y la sonrisa.

Mi vida, y con la mía, la de los míos, podría cambiar y eso vale, al menos, un par de días de estúpida sonrisa. Y, al menos, durante un par de días, vuelvo a creer en mi.

Gracias, Javi. No sé si te gustan, me parece que no, o no me pega que te gusten, pero este tema de Eurythmics siempre me pareció fantástico, y es casi obligatorio que te guste un poquito. Y bueno, ocupémonos del mañana cuando llegue mañana, ¿no te parece?





Mañana, mañana...

2 comentarios:

Mal dijo...

...Y??? Qué pasó??

Wolffo dijo...

No ha pasado nada...:(
La esperanza se esfumó y la vida sigue igual... de igual.

Ahí estamos.