miércoles, abril 24, 2013

El gran salto. El último salto. Salto mortal.

Hoy he sabido que un viejo amigo de la infancia, a quien la vida misma ahogaba, zas, se la ha quitado. Ha saltado a la historia, defenestrando su propia vida, convirtiéndose en pasado y, supongo, destrozando el presente de los que deja en este valle de lágrimas.

Recuerdo a J. de los días del colegio. Para mí siempre será el pequeño de una de las míticas sagas del CHA, y el más grande de los promotores deportivos amateur que recuerdo.

J.M.A. estaba en otra clase, cuando éramos pequeños. Yo era "del A", por mi apellido, Duret y él, por el suyo, que empezaba por M, siempre fue "del B". En mi colegio se decía así "el A" y "el B", pero en otros colegios era "la A" y "la B". En el colegio, casi todos nos llamábamos por el apellido, salvo algunos, como J., a quien todos llamábamos por el nombre de pila.

Yo era de los pequeños de mi curso (soy de noviembre) y cuando entré en el colegio, en segundo de EGB, no se creían que ya hubiera cursado el primer curso y estuve unas semanas yendo al primer curso. Cuando comprobaron que no era tan zoquete como para retrasar a todo el grupo, me repusieron en el nivel académico que me correspondía, el 2º curso. Eso, unido a que era más pequeño que casi todos, que era, según la nomenclatura oficial, un capullo (novato), y que no era, precisamente, un tío abierto, expansivo y gallito, me separó de los guays del colegio.

J., era de los guays, de los enrollaos, de los que manejaban el cotarro. O, al menos, así lo veía yo. Jugaba al fútbol. Yo, de pequeño, también, y jugaba bastante bien, pero en el colegio no me dejaron demostrarlo hasta que fui "mayor", ya con 12 o 13 años. J., siempre jugó. Era portero, de los pocos que a esa edad les gusta serlo.

Cuando empecé a jugar al fútbol y a ser reconcocido por los guays como J., fue cuando, fugazmente, entré en contacto, durante breves e intensos años, con J., a quien no podría decir que me uniera una fuerte amistad. Pero bueno, durante aquellos años de fútbol y adolescencia, fuimos casi amigos.

En mi colegio no había organizado ningún tipo de torneo en serio, y todo lo relacionado con el deporte estaba muy mal gestionado. Vamos, no se gestionaba, no se hacía ningún caso a esas cosas y ahí entró en juego J. Al principio, medio en broma, pero con un entusiasmo y unas ganas que te dejaban con la boca abierta, J., empezó por escribir crónicas de los partidillos que jugábamos, crónicas y resúmenes que guardaba en sus cuadernos ordenadamente. Escribía las alineaciones, otorgando "ases" a cada jugador, apuntaba los autores de los goles y hacía una breve reseña del partido.

Algunos se reían de esas cosas. No recuerdo si yo era de los que se reían (creo que no, sinceramente), pero lo que sí recuerdo es que a todos, nos riéramos o no, nos encantaba leer esos cuadernos y nos quedábamos pegados viendo nuestros nombres ("Yordi Duret no ha estado demasiado brillante en este encuentro...") en esos cuadernos mágicos que daría media vida por volver a leer. No recuerdo, como digo, si yo era de los que se reían o no, pero recuerdo a J. diciendo, casi textualmente:
- Sí, sí... todo el mundo dice, "ya está J. con sus movidas" pero dentro de unos años, a todos les gustará leer esto y acordarse de estos partidos...
(no creo que dijera "movidas", porque hablo de hace casi 40 años, pero diría algo equivalente)

J. acertó.

Pasó de escribir crónicas más o menos para los amigos, a organizar torneos con muchísima "profesionalidad" y pongo las comillas porque no cobraba por eso, ero organizaba estos torneos con una brillantez, una seriedad y una ilusión que bien hubieran merecido un pago sustancioso.

Si no recuerdo mal, fue él el que organizó el equipo y la participación de mi colegio en el programa de TVE "Torneo", al margen del colegio que, como he dicho, pasaba de estas cosas. J. tenía una energía tremenda para el asunto organizativo y creo que esa energía le venía, directamente, por un genuino amor por el juego del fútbol para el que, curiosamente, y a pesar de haber jugado toda su vida, no estaba demasiado bien dotado. Es curioso porque era el menor de una gran familia numerosa (puede que fueran 12 hermanos, aunque este dato puede ser una exageración) que era mítica en la escuela futbolística de mi colegio. Sus hermanos, todos jugaban que te cagas al fútbol: Jorge, Bubi, los gemelos Ladis e Ignacio, Enrique (incluso a pesar de una grave enfermedad -¿polio?-que le dejó con una pierna más corta que la otra)... todos jugaban fantásticamente al fútbol y el mismo J. fue un portero aceptable, pero ni de lejos tan brillante como sus hermanos, me parece a mí.

Sin embargo, aunque no era un futbolista brillante, yo creo que amaba más este juego que todos nosotros juntos y se convirtió en una especie de gestor fabuloso: organizaba partidos torneos conmemorativos, daba trofeos... y siempre con sus crónicas, sus comentarios y sus fotos que tanto nos gustaba a todos leer.

Su gran creación yo diría que fue el "Club Deportivo El 7"; creo que el nombre provenía de un montón de casualidades que pululaban alrededor del número 7: era el número de la ruta del colegio que iba a su casa; uno de los autobuses de línea (EMT) que iban desde su barrio al cole... y cosas así. El 7 jugaba muchos partidos y todos quedaban registrados por J en sus cuadernos.

Además de crear el club, creó un Torneo Aniversario en el que tuve el honor de jugar el primer año. J. es el segundo por la izquierda, de pie, con chándal gris.
Los torneos estaban magíficamente organizados. Había muchos trofeos y recuerdo esa primera edición con muchísimo cariño. Quizá sea porque gané el premio al mejor jugador, al mejor gol y disputé el pichichi (se resolvió en una tanda de penalties) a Perico, que me acompaña en esta foto.

4 o 5 años después, creo que a través de mi hermano Mariano, que sí jugaba en el CD el 7, una noche fui a jugar con ellos. Y ya no volví a jugar, ni a ver, a J nunca más. Me aparté del ambiente un tanto asfixiante de todo lo relacionado con la Marina y nunca tuve demasiadas ganas de volver.

Hace un año, o quizá 2, se organizó una gran quedada-comida de nuestra promoción del CHA.  Empezamos a cruzar mensajes antiguos alumnos y alguno cayó de J. En el intercambio de mensajes, recordé que para mí supuso un alivio dejar de frecuentar a esas personas y ese ambientillo y renuncié a asistir a la quedada. J., creo, tampoco iba a asistir por estar ocupado con temas de trabajo, pero he recordado este episodio porque en uno de los mensajes, le mencionaba a él, y equivoqué la ortografía de su apellido, cambiando una "ll" por una "y". A cambio, el me mencionó como el "capuyo de Jordi Duret". Yo pensé "menudo gilipoyas" y esa fue la última vez que tuve algo que ver con él.

Hace un rato, no más de dos horas, alguien, al felicitarme por mi santo via facebook me ha dicho: ¿te has enterado de los de J.?

Y entonces todo, todo... se ha vuelto super raro.












2 comentarios:

Mal dijo...

...

Wolffo dijo...

Mal...