lunes, noviembre 12, 2012

Sólo queda mirar (3)

De vuelta de los Estados Unidos, sin compartir la emoción mundial por la reelección de Obama, sin trabajo y sin planes que acometer a corto plazo, me centré en poner mi vida, mi cabeza y mi alma en orden, y en dar sentido al batiburrillo de emociones en que se había convertido mi vida. Necesitaba calmar mi ansiedad, realizarme como ser humano, cumplir mis sueños. Por decirlo en pocas palabras, necesitaba volver a contactar con Selena y tratar de acostarme con ella a toda costa.

De Selena tenía el recuerdo de sus pies, el teléfono -conseguido de forma deshonesta, pero conseguido, al fin y al cabo- y la casi seguridad de que ella no compartía el entusiasmo por nuestra aventura ferroviaria, ni mis esperanzas de repetir, cuando no ampliar, nuestras relaciones. Para ella era, esa es mi impresión, un capítulo antiguo, hoja pasada, historia olvidable, si no ya completamente olvidada.

En mi casa mis cosas seguían en su sitio y nada de todo lo que conformaba mi vida paracían ser consciente de la nueva situación. Por ejemplo, ahí estaban mis guitarras, pulcra y tranquilamente expuestas en su rincón habitual, totalmente inconscientes de que la cosa había cambiado, que tal vez tuviera que vender algunas de ellas si no encontraba trabajo pronto.

Estuve un rato de pie, frente a ellas, pensando en cada una y en todas en conjunto y valorando cuál de ellas me acompañaría durante los próximos minutos en mis momentos más íntimos de creación y  desestima de materiales de desecho: finalmente me decidí y me llevé la acústica al baño. Normalmente me inclino por la lectura, pero nunca desdeño el impacto emocional de unos buenos acordes sentado en la taza de la vida, porque la acústica y la reverberación del cuarto de baño favorecen la euforia musical y, porqué no decirlo, el tránsito intestinal fluido.

Puede que a ella, mi diosa pedestal, no le haga demasiada gracia que la evoque en semejante situación, así que tengo que apuntarme en algún sitio el no contarle a ella, oh musa de mis sueños, que me inspira para aliviar mis tripas, porque no me sorprendería que le sentara mal. He sabido que a las chicas no les gustan estas cosas. Prefieren ser evocadas mientras miramos un acantilado que mientras nos masturbamos, preguntadles a ellas porqué.

Obré pues, en paz musical, y pasé del trono a mi cocina, una secuencia que, ahora lo sé, debería haber ahorrado al desavisado lector, para evitarle conexiones indeseadas, y después de haber hecho una exploración visual rápida de mi nevera, decidí que era mejor salir a comer fuera. Antes de salir, no obstante, me senté en el ordenador, vamos, frente a él, y le mandé un mensaje a Selena: Hola, guapa; Esto es por si los astros se alinean. Tú crees en esas cosas, ¿verdad? voy a comer en El Cruce, un restaurante que sé que frecuenta, por estar junto a su revista, si te apetece, pásate, comemos juntos y hablamos. Y si no te apetece, o no puedes... pues nada, mala suerte, los astros no se habrán alineado a mi favor. Un beso.

Llegando al Cruce, me encontré con Saturnino Nino Balerma, antiguo compañero del colegio y editor de la revista Hablando con las Piedras, en la que trabaja Selena. Me saluda con franqueza y campechanía, con esa confianza que sólo los triunfadores saben mostrar con quienes no la tienen, hacemos la coreografía habitual de golpeteos machotes de salutación y pasándome la mano por los hombros, me conduce al interior del local.

No sé si ha leído mi email, pero Selena está en la barra, con Benny Vidal, el informático de la revista, una persona extraordinaria, y extraordinariamente sosa, también. Nos ven y noto en Selena una mueca de fastidio reprimida, si bien no puedo asegurar si es por verme a mí, el pesao que la atormenta últimamente, o por ver a Nino Balerma, su jefe con quien, sospecho, no tiene la mejor relación. Me da igual, la oportunidad de hacer piececitos con ella mientras comemos mientras Nino monopoliza la conversación y Benny está ausente, como suele, me basta. Pero Selena se inventa una patética excusa y se va según llegamos nosotros y me deja abandonado en mi peor pesadilla: un antiguo compañero de colegio que me cae mal, triunfador, expansivo y parlanchín y un tío sano y mortalmente aburrido con quien no tengo ganas de hacer buienas migas, pero a quien envidio la cercanía que, sólo con verlos juntos, he adivinado que tiene con Selena.

La comida es letal. Me quedo porque paga Nino y porque no pierdo la esperanza de que Benny se largue y poder, al menos, pedirle a Nino que me dé trabajo, porque mi situación va a ser desesperada en pocas semanas. Pero no ocurre ninguna de esas cosas, aunque a última hora, consigo que me invite a una reunión con los redactores para un proyecto nuevo en el que, tal vez, pueda colaborar. No me interesa nada participar, pero podré estar junto a Selena y eso es lo único que le importa al cerebro que guardo tras la bragueta.

Subo al despacho con Nino y al pasar por la redacción obtengo un atisbo de Selena con un café y me ha parecido que me sonreía. Me cuenta lleno de entusiasmo no sé qué diablos sobre un especial que van a hacer sobre un tema que no me puede interesar menos: experiencias paranormales que han tenido personas a las que les han sido trasplantados órganos de otras personas. Le pido, al llegar a su despacho, si me puede dejar entrar en internet un momento para consultar el correo.

- ¿No tienes iPhone? -  me dice, como quien se extraña de que no tenga, no sé... un techo bajo el que dormir
- Pues no... ni tengo Smartphone, ni tableta ni nada de eso - digo, tratando de parecer sueltecillo, pero consiguiendo sólo parecer un pringao - ¿me dejas mirar, por favor?

Me siento en su ordenador y abro gmail. Veo algo que me hace feliz:
Los astros se alinearon sin saberlo, nos encontramos allí antes de leer yo esto.
Un besazo llenico de buenas intenciones
Vaya... Selena no me odia.

En la reunión no dejo de mirarla y ella, al verme tan colgao, ríe y escapa de mis miradas sombrías y enamoradas. Vale, puede que esté más salido que enamorado, pero en mis miradas hay un poco de todo. Mirar: eso es todo lo que, por ahora, puedo hacer.

Mirar(te)
¿no te das cuenta de lo que necesito mirarte? ¿no notas nada cuando te miro?





La cosa sigue.

2 comentarios:

Mal dijo...

Me da no sé qué comentar en este desierto, pero es básicamente para que sepas por dónde voy. Llevaba un retraso enorme...

Wolffo dijo...

mal, en serio, te lo agradezco mogollón, pero eres la única lectora de este blog y quedas, en este emotivo acto, dispensada de comentar. Cuando hablemos puedes decirme lo que te gustó y lo que no te gustó y ya está.
He vuelto a escribir para volver a escribir y ya está. Quiero escribir, quiero coger el pulso a la escritura, porque quiero vovler a escribir en serio, intentar algo grande. Algo grande para mí, quiero decir, ya he desistido de gustar a los que tendría que gustar para este asunto. Y no estoy muy seguro de que "a los que tendría que gustar" no sean personas malvadas que disfrutan haciéndome comerme con patatas mi supuesto talento, sino, sencillamente, la gente.
Te quiero por seguir comentando, no obstante, y quiero que sepas que me hacen muy feliz tus magníficas palabras, tu solitaria voz. Con eco.