miércoles, noviembre 07, 2012

Re-election day (2)

Llegamos a Washington (¿Whasington.... Was-in Town... Washing Tone...?) a las siete de la mañana siguiente a mi aventura ferroviaria con los piececillos de Selena, con mi espíritu elevado a la altura de sus pulgares regordetes y, admitámoslo, más hambriento que el león al que se le escapan los ñus en los documentales. Como enviado especial de un periódico on-line cutrecillo, mis dietas no eran precisamente ilimitadas, sino más bien dietas a dieta, así que, con la excusa del sabor local auténtico, y con gran dolor de mi corazón, dejé que Selena, enviada de una revista esotérica, pero de verdad, de las de papel,  se marchara a desayunar a algún sitio famoso de piriodistas y quedé con ella en que nos veríamos en la embajada, en el almuerzo para los medios previsto para la una de la tarde.
- Yo voy a caminar, cielo, la verdad es que odio llegar a un sitio y meterme en un coche o un taxi, voy a patearme la capital del imperio- dije, en un patético intento por parecer mundano- nos vemos en la embajada
Lo cierto es que soy un bocazas. Sí, lo sé, hay cicuitos "a pie", pero esta ciudad es más bien para limusinas. Yo no iba preparado para caminar, además, y mis zapatos me estaban fastidiando ya a la media hora de caminata.
Un grupo de negros raperos o algo por el estilo se divirtió a mi costa un rato, haciéndome acelerar el paso e iniciar alguna indigna carrera incluso, para que me dejaran en paz, mientras oía sus nada compasivas risotadas de negro truculento resonando en mi cabecita de blanquito europeo, y haciéndome sentir muy disdechado por: a) haber juzgado impropio de mí, un protointelectual pomposo y satisfecho, una correcta preparación física y en defensa personal y b) haber mentido con respecto a mi conocimiento del inglés. El "inglés medio" de mi CV era claramente falaz, y si no hay peor mentira que una verdad, no hay nada más desesperanzador que medio entender lo que te dicen, entre otros, los negritos risueños que llevan un rato dándome la mañana.
Cuando se cansan de mí, yo estoy claramente arrepentido de haber optado por la ruta a pie y gustoso, a pesar de mi precaria situación, hubiera pagado un taxi para ahorrarme este penoso paseo. Esperaba encontrar un carrito de hot dogs de esos de Central Park, pero nada de eso hay en mi desesperante caminata, aunque no hay esfuerzo sin premio, que decía mi falible abuela, así que termino visualizando, invadiendo mi campo visual y tiñendo de esperanza mi demacrado ánimo, The Hill.
Una visita a Washington no estaría completa sin el recorrido por The Hill, o la colina del Capitolio. Además del impresionante edificio del Congreso, comentaré, con la esperanza de que no se note demasiado que acabo de copiar este párrafo de una web turística, que el barrio tiene valores muy interesantes heredados de una vida muy activa desde el siglo XVIII. Debemos incluir las barracas del Cuerpo de Marines y la Casa del Comandante. Y no dejemos de visitar el Eastern Market donde cada día se ofrecen especialidades culinarias de todo el mndo como el sandwich de cangrejo, los cojones de canguro en vinagre, cannoli, quesos frescos o carnes variadas.

Hoy es el día. Los norteamericanos eligen entre darle cuatro años más a Obama o cambiar a Romney. Cualquiera diría que ganará Obama, pero la apuesta de mi periódico es Romney, y eso es lo que yo debo defender en mis crónicas. Debo actualizar el blog "Esperanza Republicana" cada dos horas y, según las instrucciones de mi jefe, mis crónicas deben destilar optimismo e impulsar a los indecisos a votar por Mitt, y yo no tengo ni idea de cómo sugerir eso, comono sea rogando abiertamente: vota a Romney, ¿vale? A mi favor está el que mi jefe es demasiado vago como para leer cualquier cosa más larga que un tweet, y demasiado capullo como para entender nada, especialmente la realidad, transmitida en código alfabético. Que no le gusta leer, vamos.

Voy enviando mis crónicas y según avanza el día de las elecciones, resulta más patético fingir que el amigo Mitt tiene alguna esperanza, así que mis actualizaciones toman un sesgo culinario absurdo: no tengo pasta para probar las cosas de las que hablo, de modo que hablo de las fotos de los platos que los restaurantes para turistas ofrecen en la puerta de sus locales. Un nada selecto catálogo de platos que me comería ahora mismo. Toda mi esperanza está en el almuerzo de la embajada.

Mi vida entra en una especie de letargo preventivo de unas cuantas horas; se trata de ahorrar energías (las que tan espléndida y graciosamente malgasté a los pies de Selena last night) y tratar de recuperarlas en el bruch de la embajada... con la esperanza de volver a perderlas si las cosas con Selena van bien.

Fracaso absoluto. Selena no me hace ni caso. Hay piriodistas de verdad que resultan más sexys que yo, así que, sabiendo lo miserables que son los plumillas, así, tomados en conjunto, podéis haceros a la idea de lo cutre que resultamos mi piriódico on-line y yo en un brunch para la prensa española en la embajada española en Washington. Eso sí: me lo como todo.

Gana Obama. Me llaman del periódico para decirme que no hace falta que siga actualizando, que van a cerrar. Como estoy acostumbrado a intoxicar sea cual sea la realidad, lo primero que se me ocurre es el enfoque tóxico: Obama produce paro y no sólo en Estados Unidos. Qué triste es ser piriodista.

Estoy esperando el tren en la estación. Estoy despedido. Los negros están felices. Los hispanos, se supone, estamos felices. Los demócratas están felices. Imagino que los progres en España están felices y el que haya ganado Obama, al menos, nos ahorrará los clásicos análisis sonrojantes desde España, condescendientes con la estupidez estadounidense por empeñarse en votar lo que les apetezca a ellos y no votar lo que nosotros encontramos natural, o sea, progre. O sea, que tiene cosas buenas que gane Obama, y este sesudo consuelo, que no puedo publicar en mi extinto periódico on-line, se lo regalo a la prensa liberal.

¡Qué lejos queda Selena!






2 comentarios:

Mal dijo...

Qué bien va esto!!

Sigo a por más..

Wolffo dijo...

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