domingo, noviembre 25, 2012

A sus pies, señora (6)

El Talgo a Almería sale a las ocho. Selena, en su amable mensaje, me dice que no llegue tarde. Son las seis de la mañana y ya estoy en la estación. Este dato no debe trascender, anoto mentalmente. Selena tiene los billetes. Selena tiene la gracia, tiene el poder, tiene los pies hábiles. Selena tiene todo lo que yo quiero. Selena no tiene prisa. O, al menos, no tiene el ansia viva que yo tengo por que empiece la fiesta.

Siempre me han gustado las estaciones de tren. Mucho más que los aeropuertos. El tren tiene... tachán-tachán... tiene una cosa que no tienen los aviones, los barcos, los coches o autobuses. El tren tiene esa lentitud, ese camino, ese ritmillo tachán-tachán... , que no tiene nada más. El tren tiene literas, revisores, vagón restaurante; el tren tiene historias, tiene épica y tiene viajeros con los que un avión no puede ni soñar. Selena sería distinta en un avión. Sus pies no serían, pardójicamente, tan volátiles. El tren mira al futuro, si te pones en la máquina; y tiene punto de fuga si te pones en el furgón de cola, mirando alejarse la intersección de las vías. El tren vuela pegado al suelo, raíles inmunes al aburrimiento, sol de mediodía, luna de medianoche, tachán-tachán...y piececitos traviesos de ángel dormido. 

Todo eso tiene el tren. Y a todo eso, además, hay que sumarle en las estaciones miles de acompañantes ansiosos de encontrar la mítica y la estética de todo esto. En las estaciones de tren hay gente despistada y hay, ¡ay, joder!, gente que... vaya, no iba a contarlo, pero, ¡qué caramba!

Al salir del baño, me tropiezo con mi ex. Ex jefa, ex pareja, ex mejor amiga. También es mi ex... ¿cómo decirlo... dominatrix, exyomismo...? Marierally Pods, es un poco de todo: arquitecto, tía buena, resuelta, inteligente, con muuucha personalidad, con carácter, mala hostia, empatía... Marierally Pods, Rallypsie, como yo la llamaba, me dominaba por completo. Más aún: me anulaba por completo. Empezó siendo mi jefa, en los albores de lo que parecía sería mi gran y fulgurante carrera profesional. Yo era redactor jefe de iDeas&Spacios, una revista de arquitectura, diseño y pedorrez en general, la típica revista pedante para arquitectos pagados de sí mismos... o sea, para arquitectos. En la revista, yo hacía y deshacía a mi antojo y entonces, llegó ella. La ficharon como directora. Eso significaba un cambio: hasta entonces, los directores de la revista habían sido piriodistas, y Marierally era una refulgente estrella en el universo de la arquitectura. Sus diseños eran sorprendentes y polémicos y más polémicos aún eran sus artículos desdeñosos con todo lo que no fuera... su obra.

Marierally entró en plan suavón y humilde en la revista. Usó con todos, luego lo supe, la misma estrategia que conmigo: me llamó a su despacho, me ofreció una copa y una vista de su escote. Nos sentamos en el sofá de su despacho copa y pitillo en mano. Se descalzó y se sentó sobre sus pies mientras me soltaba todo ese rollo de soy nueva y estoy perdida, voy a necesitar toda tu ayuda y experiencia, etc., etc. Parecía muy desvalida. Indefensa. También parecía muy sexy. Era evidente que íbamos a revolcarnos en ese mismo sofá antes o después, así que dejamos que ese mismo día se fuera todo el mundo y a las 8 de la tarde, así que me desahogué por primera vez entre sus piernas, fui suyo. Literal y absolutamente.

Íbamos donde ella decía. Nuestros amigos eran sus amigos. Hacíamos el amor cuando ella decía, donde y como ella decía. Me buscó trabajo en otra revista, para que no la acusaran de follarse a su redactor jefe. Volvió mi vida del revés. Y yo, los cuatro años que pasé a su lado, o bajo su yugo, más exactamente, viví entre anulado y y obnubilado por sus pechos, sus muslos, el sabor de su sexo y su carácter indomable.

Un día, igual que termina el verano, o el invierno, o la pubertad, desperté. Durante una discusión mandé a Rallypsie a freír espárragos, cogé mi ropa y mi guitarra y la dejé con la palabra en la boca. Eso fue hace 12 años. Desde entonces, aparte de 10 sms's exactamente, en los tres días siguientes, para que me dejara la casa libre y poder así llevarme mis (pocas) cosas, ni la había visto, ni hablado con ella ni mantenido contacto alguno. Así que os podéis imaginar mi sorpresa al tropezarme, literalmente, con ella y oír sus palabras.

- Métete en el baño conmigo, Wolffo, que te necesito.
Mierda.

Era el baño de señoras que, afortunadamente, a esa hora, las seis y media, estaba vacío. Debo decir que a Rallypsie le han sentado estos doce años como si fuera un whisky. Ha mejorado en cuerpo, en carácter, en aroma... y supongo que en sabor.

- Caray, Wolffo, estás de dulce... - me dice, un segundo antes de echarse sobre mí y aprisionar mi boca entre sus labios voraces. Ya he dicho que no estoy demasiado orgulloso de mi carácter y en fin, en cuanto tuve su lengua camino de mi campanilla y noté sus pechos, sus enormes tetas, por decirlo en palabras sencillas, empujándome el pecho contra la pared del baño de señoras, debo reconocer que se me olvidó Selena por completo y me dediqué a eso que tenía entre manos en ese momento.

Los lavabos eran tres senos metidos en una misma encimera de falso mármol y senté a Selena ahí para entrar a matar.

- Estoy con la regla
Y volví a despertar.
- Perdona, no sé qué me ha pasado...
- Que estabas salido, como siempre... - me dice, dominándome, como entonces, como siempre - veo que no has cambiado nada.
Ella tampoco.
- Tú tampoco - dije, y demostrando que, de hecho yo sí había cambiado, me atreví a añadir -. Al menos, ahora no te duele la cabeza.

Rallypsie acusó el golpe, aunque la sorpresa asomó a su rostro sólo un segundo. Se repuso para espetarme


- ¿Tienes pareja...? - al ver mi cara, lo dedujo todo, la muy zorra - No, si tuvieras ya pareja, no tendrías reparos morales, eres un cabroncete. ¡Estás persiguiendo a alguien! - bien, ya he dicho que siempre me ha dominado así, que como un cretino, asentí.

- De hecho, sí... - y antes de que pudiera seguir, se había colgado de mi brazo y apretujaba sus tetas contra mi hombro. Yo, maldito salidete, trataba de zafarme, en el mismo plan que cuando te dicen, coge un bombón, y dices, no, no, gracias, pero lo coges. En seguida me encontré tomando un café con ella, pensando que si le contaba todo me dejaría en paz. A Rallypsie nunca le hicieron gracia los fetichistas y mi nueva obsesión con los pies de Selena seguro que le parecía asquerosa. Pero no fue así.

Estaba tratando de convencer a Rallypsie de que me dejara ir pero algo no debía ir bien, porque ella, lejos de atender a mis razones, o de odiarme por lo salidete que soy, me escuchaba al otro lado de la minimesa sometiéndome de una forma que, en fin, era más notoria de lo que yo pensaba.

En esas entró Selena en la cafetería de la estación. Me vio enseguida, desde la puerta, cuando levanté la cabeza y le hice una seña. Ella levantó las cejas, sonriendo y se acercó. Saludó amablemente.

- Hola, Selena - le dije, sin poder levantarme, como me había enseñado mi madre que era lo correcto- ¿por qué no coges una silla y te sientas con nosotros? Ella es Marierally Pods, arquitecto, mi ex...

Rallypsie sonreía malévolamente y no se inmutó cuando Selena contestó.
- No gracias... aunque me gustaría, pero tengo que enviar un par de emails de trabajo -  dijo mirando a mi ex. Luego, mirándome a mí,- me sentaré allí y tal vez, cuando saques su pie de tu paquete, te puedas sentar conmigo para que preparemos un par de cosas antes de salir.

Zas. En todo el paquete. Menudo viajecito me espera.









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